Por Eduardo Simoes
SAO PAULO (Reuters) – Brasil se siente el principal responsable del cuidado de la mayor selva tropical del mundo y promueve medidas para su protección, pero la Amazonia podría convertirse en una sabana sin posibilidades de ayudar a contener el calentamiento global, según expertos.
El también llamado “pulmón del mundo” se encuentra mayormente en Brasil, que ha sido blanco de críticas por su acelerada destrucción.
El debate ambiental en Brasil, que ha anunciado ambiciosos planes de protección que ofrece compartir con sus vecinos, está lejos de la efectividad que salvaría la Amazonia y, así, el manejo de la selva no escapa a perspectivas sombrías.
“Nosotros estimamos que, con el ritmo del avance del calentamiento y de la deforestación, ya en el 2050 tendríamos las señales claras de la ‘sabanización’ (de la Amazonia),” dijo Carlos Nobre, especialista en cambio climático del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe).
“En el 2100, la gran región centroeste (de la selva) ya estaría ‘sabanizada,”‘ agregó.
El investigador se basa en datos preliminares de un estudio reciente del Inpe, que señala que, en caso de que la deforestación supere el 40 por ciento de la selva o las temperaturas de la región suban entre 3,5 y 4 grados Celsius, se produciría el inicio de un proceso de transformación en sabana.
La mutación de la Amazonia en una sabana tendría como consecuencia, además de pérdida de la biodiversidad, posibles cambios climáticos en otras regiones, especialmente en el sur de Brasil y norte de Argentina, según Nobre.
Si la selva se torna una sabana, “habría una gran reducción en la distribución de las lluvias que produce la Amazonia en varias regiones de América del Sur,” dijo, por su parte, Paulo Moutinho, coordinador del Programa de Cambios Climáticos del Instituto de Pesquisa Ambiental de la Amazonia (Ipam).
Asimismo, agregó, se producirían consecuencias negativas para la agroindustria y el potencial hidroeléctrico de la región.
DEFORESTACION CERO
El presidente Luiz Inácio Lula lanzó en julio un ambicioso Fondo de la Amazonia, que recibiría al menos 1.000 millones de dólares de donaciones nacionales e internacionales para ayudar a proteger la región, destruida a pasos acelerados por el avance de las industrias maderera, ganadera y agrícola.
El fondo destinaría un 30 por ciento de sus recursos al control de las biomasas en otros países, apuntando a los vecinos que comparten con Brasil la selva amazónica.
La criticada devastación, ayudada por incendios naturales o provocados, constituye la principal contribución de Brasil en la emisión de gases de efecto invernadero.
Según especialistas, el país caería de la cuarta a la 18 posición entre los mayores contaminadores, en caso de que se descontara el efecto de la deforestación.
La Amazonia brasileña, considerada un importante almacén de carbono, perdió 7.823 kilómetros cuadrados entre agosto del 2007 y junio del 2008, frente a 3.949 kilómetros cuadrados en igual período anterior, según datos del Inpe.
“Efectivamente, lo más rápido (que se debe hacer para evitar ese escenario) es parar la deforestación,” afirmó Moutinho.
La meta de deforestación cero es, sin embargo, considerada inalcanzable para especialistas como el profesor José Goldemberg, de la Universidad de Sao Paulo (USP).
“Sería necesario un conjunto de políticas públicas que claramente el Gobierno, solo este Gobierno, el Gobierno anterior, sería incapaz de tomar,” afirmó.
Goldemberg señala, en cambio, algunas medidas viables, como la regularización de la situación agraria en la región y el control más efectivo de las unidades de conservación, que cuentan con insuficientes fiscales.
“Para eso, se necesita aumentar el presupuesto del Ministerio de Medio Ambiente, del Ibama (Instituto Brasileño de Medio Ambiente) y del Instituto Chico Mendes,” que forma parte de la misma cartera, dijo, en tanto, Rachel Biderman, investigadora de la Fundación Getulio Vargas.
“Sin financiamiento de ilegalidades en la Amazonia, ya se asegura una buena parte del problema,” agregó, aludiendo a medidas que cortan los créditos a las actividades que provocan deforestación.
Muchos especialistas también defienden la creación de un mecanismo global de mercado, que transforme el evitar la deforestación en créditos de carbono, una medida que es objeto de negociaciones en foros internacionales.
Los créditos de carbono pueden ser vendidos por los países que impiden la deforestación a las naciones que no consiguen cumplir sus metas de reducción de emisión de gases de efecto invernadero.
“Sin ese mecanismo, va a ser muy difícil que consigamos evitar procesos de cambios drásticos en la vegetación amazónica,” dijo Moutinho, del Ipam.
(Editado por Maria Pia Palermo y Paulina Modiano)
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